El monasterio de Santa María Reina, o mas conocido como monasterio de Sigena por estar ubicado en la localidad monegrina de Villanueva de Sigena (cuna por otro lado de uno de los aragoneses más ilustres, Miguel Servet), es uno de los grandes desconocidos de la geografía aragonesa, y eso que fue uno de los cenobios más importantes en época medieval.
El monasterio fue fundado a finales del siglo XII por doña Sancha de Castilla, esposa del primer rey de la corona de Aragón Alfonso II; se dice que eligieron esta zona debido a que puede considerarse un punto neurálgico ya se encuentra en el camnio desde Huesca o barbastro hasta el Ebro, Fraga o Lérida.
Reinas, como la propia Sancha de Castilla que ingresó en el monasterio al quedar viuda, y princesas han pasado por este monasterio, que hacia finales del siglo XIV se convirtió en el refugio de las hijas de los grandes linajes aragoneses (destacaría la presencia de Blanca de Aragón, hija de Jaime II), además de en Panteón Real y uno de los archivos más importantes de la Corona de Aragón.
Lo que en la actualidad encontramos dista mucho de lo que en un principio sería, ya que tras sufrir los avatares de las distitas desamortizaciones del siglo XIX, fue incenciado en los primeros días de la Guerra Civil española perdiéndose obras de arte de gran valor y quedando prácticamente destrozado, por eso parece que esté en estado de ruinas.
Hoy vuelve a ser actualidad, no porque vaya a ser restaurado, como sería el deseo de muchos (algunos lo consideran el gran olvidado de las administraciones porque otros monasterios reciben muchas mas ayudas y el de Sigena no por seguir siendo de propiedad privada, ya que las monjas todavía habitan en él) sino porque vuelve a sacar a la palestra el tema de los "bienes de las parroquias del Aragón oriental" que tanto está dando que hablar en la prensa desde hace unos años. El Tribunal Constitucional ha publicado una sentencia, con más de dos años e retraso, en la que otorga la titularidad de unas piezas procedentes de dicho monasterio a la Generalitat de Cataluña, que las compró a las monjas (que no eran las propietarias, sino que era un bien patrimonial por estar allí antes de que dicha congregación se instalara).
Se prevé una nueva lucha diplomática entre los gobiernos de Cataluña y Aragón para ver quién se queda las piezas, como viene ocurriendo con una gran cantidad de objetos de arte sacro pertenecientes a parroquias de la diócesis de Barbastro-Monzón pero que hasta hace menos de 20 años pertenecían a la de Lérida.
Muchos de los hbitantes de los pueblos afectados luchan con insistencia para que lo que consideran "suyo" venga a Aragón, pero si por fin se consigue que venga... ¿a dónde irá a parar? ¿cada objeto a la parroquia en la que estaba originariamente o todos al recién inaugurado museo diocesano de Barbastro-Monzón?
Es un buen momento para reflexionar y quedarnos con lo importante, no el dónde se encuentran los preciados objetos de épocas anteriores, sino lo que significó en la época en la que fue creado y lo que nos enseña a nosotros de dicha época.
Admiremos la belleza del edificio y su estado, para reflexionar no solamente sobre lo que había en él, sino para aprender algo más sobre el pasado y cómo deberíamos conservarlo.
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